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Ni Periscope, ni h…

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Ni Periscope ni h...Una madre encuentra a su hija haciendo vídeo en vivo mediante Periscope con una amiga al lado, ve por encima del hombro una fotografía de carácter pornográfico que le envían a través de la herramienta, y decide arrancar el smartphone de las manos de su hija mientras profiere todo tipo de admoniciones apocalípticas y se pasea por su casa durante más de un minuto… sin haber detenido la retransmisión!

El resultado es un vídeo, circulado ya por todas partes y con cien mil remix de todo tipo, en el que se mezcla el impresionante cabreo de la madre, que demoniza Periscope, los smartphones y todo lo demonizable en una reacción en la que muchos padres ven reflejada su preocupación, junto con el humor de los que al otro lado siguen viendo la secuencia y contestan con comentarios y risas, y con una hija alucinada porque, en realidad, para ella no ha ocurrido absolutamente nada importante: está perfectamente acostumbrada a ver imágenes que su madre considera completamente inaceptables. Puro retrato en vivo de un salto generacional complejo, de una sociedad en la que los padres son incapaces de comprender qué diablos hacen sus hijos, sus hijos tienden a tener  – como les corresponde por edad – cualquier cosa menos sentido común, y entre todos se termina por… liarla parda.

La señora puede ser muy malhablada, pero no lo olvidemos: está intentando proteger a su hija de un enemigo que considera peligroso, de alguien que presuntamente le está enviando imágenes que considera indecentes. Ha oído campanas sobre el uso de Periscope, y creerá seguramente que alguien le está haciendo a su hija algún tipo de show porno, cuando en realidad es un simple comentario – fuera de tono, pero sin más importancia –  como muchos que las niñas están, aunque no queramos saberlo, perfectamente acostumbradas a ver y que comentan con total normalidad.

Las reacciones que vemos en el vídeo son todo un compendio sociológico. Por un lado, los niveles de tolerancia moral han evolucionado hasta tal punto, que lo que personas de mi edad consideraban completamente escandaloso y fuera de lugar cuando éramos jóvenes, hoy resultan perfectamente normales, lo que genera reacciones de alarma. Que una niña de doce o trece años hable con toda normalidad de todo tipo de cuestiones sexuales implica que vive en un mundo en el que toda curiosidad que tenga está, lo queramos o no, a golpe de un clic, por muchos filtros absurdos que hayamos intentado ponerle cuando era pequeña. De hecho, si está al margen de cosas que el resto de su entorno social maneja con toda tranquilidad, es posible incluso que tenga problemas de integración. Que una madre crea que los smartphones o una simple herramienta, Periscope, son algo “del demonio” y que puede quitarlos de las manos de su hija es igualmente absurdo: su hija va a vivir en una sociedad en la que tanto los smartphones como las herramientas de livestreaming van a estar completamente integradas, y por tanto, cuando antes se encuentre preparada para ello, mejor. En lugar de una actitud tremendista y demonizadora, haría bien en intentar razonar lo que es o no es un uso de las herramientas sometido al sentido común… y para eso, no hay que ser experto en las herramientas, sino simplemente tener más sentido común que sus hijos (algo que, desgraciadamente, tampoco se cumple en todos los casos). Las reacciones furibundas nunca funcionan ni generan nada bueno.

No me canso de decirlo: no son nativos digitales, no aprendieron siendo ya ingenieros de cohetes, y no son expertos en tecnología. Es simplemente que ven la tecnología como algo que no les da miedo, y sobre todo, que la tecnología, hoy en día, es facilísima de utilizar. Donde antes hacíamos cursos y nos daban clase para aprender a usar una herramienta, ahora te bajas una app y te pones a utilizarla sobre la marcha sin encomendarte ni a dios, ni al diablo. Si quieres entender a tus hijos y tener conversaciones relevantes con ellos, instálate sus apps, entiéndelas, y después, trata de razonar con ellos lo que es o no es un buen uso, los límites de lo público y lo privado, el valor de lo social y todas esas cosas que tanto y a tanta velocidad están evolucionando en nuestros días. Lo demás, lo de decir “qué listos son mis niños que saben mucho más que yo”, no es más que hacer dejación de responsabilidades: no serán nativos digitales, sino huérfanos digitales, criados como salvajes, sin supervisión adulta.

Menos “ni Periscope ni h…” y más sentido común…

 

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